Rafael Courtoisie | La balada de la Mudita




Rafael Courtoisie | La balada de la Mudita


XXIII

Las bromas de la Mudita


La Mudita me regala audífonos.

Es claro: es su forma de decir que yo estoy sordo, que no la escucho, que no hay peor sordo que el que no quiere oír, que a palabras necias tímpanos inmóviles, que no quiero saber el color de su voz, el sabor de su letra "a", que no deseo descubrir cómo la sal se disuelve en su lengua, en la saliva de su boca, cómo la palabra MAR ya es muy profunda y hermosa.

La Mudita me ahoga en su mar de silencio.

Soy náufrago en el océano sin vocablos de la Mudita.

Tengo sed.

El sol implacable de la Mudita me agrieta los labios.

Deliro.

¿Dónde estás?

Estoy en ti.

¿Y por qué no te oigo?

Porque eres sordo, Rafael, sordo como una tapia, cerrado como una tumba, frío como un hueso de muerto, hueco como una caña, tonto como un sentimiento, frágil, suspendido en el aire frente a mi agujero en flor, como un colibrí.




XVIII

Velar armas



Son la una en punto de la mañana.

La Mudita acaba de llamarme con el pensamiento.

No habla.

Me despertó su silencio dentro de mi cabeza.

Y no puedo volver a dormir: sé que en el sueño, detrás de una piedra de aire,
me espera su sustancia sin peso, el cuerpo invencible de su fragilidad.

No abre la boca.

No separa los labios.

Cae en la vigilia como granizo, garúa dentro del sueño lágrimas ácidas.

La Mudita no dice nada.

Aturde.


Rafael Courtoisie (Montevideo, 1958), La balada de la Mudita. Ediciones Trinchera. Guerrero. México. 2016.

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