Joaquín Vázquez | La voz en los maderos



Joaquín Vázquez | La voz en los maderos



Crucifixión


Nací de vientre humano, Madre
débil en mi condición.
¿Negarías que hasta un dios
necesita de cuidado?

Por más que entrelace los dedos
y eleve los brazos en pedido encarecido
sólo escucho el absurdo.

No me contiene ningún límite, Madre
trepo a la higuera y mastico brevas podridas
diviso a una jovencita y la deseo en secreto.

Si supieras quién es en verdad tu hijo
derramarías pocas lágrimas
porque el enigma de este nazareno
es apenas una hogaza de pan
entre canastos de misterios.

Basta ver cómo me desprecian
los hombres en el mercado
las miradas esquivas de las niñas
para comprender que la cruz

es mi vida, no estos maderos.




Tener un alma


¿Cuán impedido puedo estar
para tener el alma
de otra persona?
El acceso a los cuerpos
es cosa fácil
nada que un par de verbos bien conjugados
en el oído de la soledad femenina
no puedan hacer.

Pero el alma
es otra cosa.

Si apuntara a ella con un arma
elegiría la onda de David
el piedrazo seco al medio de la frente
o, fiel a mi estilo
la parábola:
incendio curvo en el pecho.

Si quisiera el dominio inmediato
bastaría la fuerza del mazazo
aunque sólo asegure
la posesión del cuerpo.

Ahora sé que no alcanza la mejor artillería
para adentrarse en ese terreno sutil
y que cuando busco carne
en realidad me incinero
por un pedazo de alma.

Ignoro si son lo mismo.


Joaquín Vázquez (Rosario, 1990), La voz en los maderos. Ediciones Cartografías. Río Cuarto. 2016.

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